domingo, febrero 10

Narciso

Existen muchas versiones sobre el mito de Narciso, cada una con una mirada distinta y que nos hace pensar en ese carácter tan cotidiano y  esencial del individuo, ya que no sólo se detiene en la petulancia, también atañe a la falta de altruismo y la incapacidad de amar a otras personas, sea como sea, algo que parece una bendición personal constituye una verdadera maldición que bien está catalogada en cualquier versión del mito.

¿No habrá otra interpretación un poco mas aguda? Por ejemplo, Narciso no fue maldecido por Némesis, ni por Aminias, ni siquiera por el recuerdo de una posible hermana gemela, si no que por la mismísima agua que se había enamorado de Narciso, quien, incapaz de enamorar a Narciso con su etérea forma, lo enamoró de su propia imagen para que este se detuviera a contemplar su reflejo en los lagos, rios, fuentes, etc... y así, el agua,  lo mirase a el. Lo triste de esta interpretación es que fue la ambición ciega del agua quien mató a su amor.

Hay muchas maldiciones, pero perversa es aquella que te impide salir de ti y contemplar el ambiente, Narciso fue castigado por un amor celoso, murió de una maldición de la cual nunca se enteró ni tubo mayor responsabilidad que ser el mismo, fue condenado a consumirse, ya que, el ambiente que el ignoraba por su propia imagen instituía (e instituye en todos nosotros) algo esencial para el ser. Pero en cierto modo, ¿No estaremos todos condenados al mismo mal? ¿Y si en realidad no nos enamoramos de las miradas, mas bien de nuestro propio reflejo en ellas?

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