viernes, febrero 8

Cortos

I
Pintaba sin detenerse, sólo hacia lo que le ordenaba su intuición, corregía ligeramente su brazo para hacer los trazos, y pensaba pocos segundos los colores que utilizaba, pues le estaba pintando a la verdad, a la sinceridad y a la honestidad. No quería que el miedo, ni la vergüenza  ni ningún enemigo mortal de la inspiración, se entrometiera en su obra a menoscabar el brillo de sus propios colores. Al finalizar se dio cuenta de que estaba nervioso, las ansias que le recorrieron durante tal experiencia aún cabalgaban frenéticas entre su sangre y entrañas, sin embargo el sentimiento de la propia envidia, hablamos del orgullo y la vanidad, comandaron su mano a pintar detalles de colores inseguros, como quien corrige la ortografía de su texto, el sentido y la coherencia de este, no solo una, si no dos veces.


II

Ningún buen empezar está marcado por una palabra única, no hay una llave maestra lingüística  ni un piano o flauta que haga una introducción en crecendo a las letras, pero la belleza del trabajo de un escritor comienza por cautivar la intuición y la sensibilidad del que lee.

III

Los fantasmas se esfumaron en una cortina apresurada de humo apenas descubrí el secreto, de aquí en mas quiero que me sostengas de pie, que entierres mi corazón en el frío,  quiero decir, que lo entierres cerca del tuyo. (Ghost that we knew)


IV

El aire frotaba al trigal, se desenvolvía en aquel paraje campestre perdido en una tierra llena de sentimientos,  iba marchando pateando el polvo, abatido, en mi colgaba el cansancio de una guerra, la batalla que tiene lugar en el cuerpo luego de mucho tiempo lejos de lo natal.  A lo lejos se veía mi casa que alzaba sus banderas al verme, este suelo sabía de aquel abismo que me había mirado durante mi vuelta, o de aquella tormenta que me había recitado una sinfonía oscura, lo supe cuando note que el sol parecía acercarse corriendo sobre el tejado a esas horas pasadas del medio día donde el cielo se abre para recibir a la tarde. Con júbilo pise la tierra y golpeé la puerta, levanté mis manos, pintaste mi espíritu de oro, agaché la cabeza pues mantuviste mi corazón lento, no pude imaginarme canción de amor mas hermosa que esa, el amor que sentía por mi tierra, era el mismo amor con la cual mi tierra me reclamaba, y ese, amigos míos, es el sentimiento de arraigo, lo pude leer en el aroma a hogar, en la textura del viento, en la mesura del paisaje y lo terminé de comprender... en tu abrazo.

V
Miró al reloj, miró a la gente, a su familia, a sus amigos, a sus colegas, miró su casa, su hogar, miró a su ley, a su biblia, a los juramentos, a los parlamentos, a su sangre y su dinastía,  miró al día,  a la luna adelantada, al cielo y luego a la tierra, al pasto, al lodo, sin darse cuenta miró todas las caras que le devolvían la mirada, las notó borrosas, empañada, notó como lloraba, como la sangre le hervía, el puño se apretaba, como le temblaba la ira. Luego de un rato miró a las nubes como pasaban y notó en ellas una cara compasiva y tranquilamente sonriente, de inmediato el asco le apuñaló la garganta, y exclamó: "¡Los maldigo a todos en su cara!, pues soy un espíritu que tiene la voluntad de poder, escupo en su moral retrógrada y mal humorada, convaleciente, ¿No se dan cuenta que son una sátira de la verdad, que son el chiste a su propio talento?, Ahora, ¡ahora! bajo su justicia que  me apresa, me encamino sin vanidad, con el ego asesinado, hacia la libertad, la liberación del ser, hacia la respuesta de la pregunta por la existencia, ¡Y ustedes que tienen miedo de la palabra! están condenados a sufrir el presidio que se han sometido en defensa de la libertad, ¡Yo no los abandono, ustedes se han abandonado en este acto!." Cuando la última palabra de su boca fue vomitada al aire sintió que por fin le era permitido sentir paz, no sólo desde que lo tomaron preso, sino que desde que nació y se preguntó sobre si mismo. La aguja salia de sus venas, mil gritos estallaban en su torrente sanguíneo, y las vísceras se le calentaban. Sólo el reflejo del cielo le sonreía de vuelta y el inclemente reloj se detuvo, en ese momento la muerte lo miró a el.


VI VI VI

Soy creyente, creo en la vida y que soy, esa es mi fe.

VII

Marie cantaba alegre en el puerto, su amigo, que caminaba por allí, le preguntó -¿Por qué cantas? - la niña despreocupada le respondió -oh... no tiene importancia Marco- de inmediato su amigo le reprochó- ¿Cómo es que no tiene importancia? lo que estás haciendo es un crimen contra la sociedad, ¡todo el mundo parece sufrir! y tu altaneramente te permites cantar, ¡La felicidad es un lujo acá!- Un pequeño silencio que no logró quitarle la sonrisa a Marie se paseó entre los dos, de súbito el silencio fue interrumpido por una carcajada compartida entre los dos amigos.

VIII

El sueño tiene el trabajo doble que tiene el telón; la apertura y el cierre de la obra, la diferencia es que en el acto de la vida, público y obra cambian de rol cada vez que un telón cierra o abre.

IX

La soledad se logra cuando eres el último en abandonarte.

X

El pueblo de Cenoa  estaba de fiesta, celebraba que la cosecha de trigo había terminado y los granos maduros podían convertirse en pan y cerveza para todos en la ciudad. Todos celebraban comprando un pavo casi plástico en el centro comercial, bebiendo alcohol enlatado y bailando música atropellada  y sin sentido, la gente se compraba regalos, los adultos presumían lo caro que le había salido el regalo de su hijo, y los niños presumían lo caro que había sido el regalo que le habían dado. Lo curioso es que, en el pueblo de Cenoa hace ya mas de 300 años que no quedaban campos de trigos y además, que ya no alcazaba el pan ni la cerveza para todos en la ciudad.




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